El cómo hacer una acción o una actividad afecta al resultado de la misma, y el impacto de este resultado se encuentra sujeto, entre otras cuestiones, al objeto sobre el cual se aplique dicha acción e, incluso, podríamos pensar, que impacta al ejecutor de la acción y a su entorno.

Las Micros, Pequeñas y Medianas Empresas (MiPyMEs) de Argentina, como así también, de varios países del mundo, juegan un rol significativo en el aspecto socio-económico y “son clave para favorecer una mayor inclusión que tenga efectos positivos en la reducción de las desigualdades” (CEPAL, 2013, pág. 23). Este jugador, sin embargo, el cual comprende más del noventa por ciento de nuestras empresas y genera siete de cada diez puestos de trabajo, presenta un alto nivel de deficiencia en temas de desarrollo y fortalecimiento competitivo que, en términos de Dini y Stumpo, generan círculos viciosos de bajo crecimiento económico, pobreza y reducido cambio estructural. (CEPAL, M. Dini y G. Stumpo (Coords.), 2018, pág. 10).

Con lo cual, la suma de estos factores (la presencia de la MiPyME, la importante en el desarrollo socio-económico, sus dificultades competitivas y un entorno externo en continuo cambio) hacen que se transforme en un problema sustancial, el cual requiere de una solución satisfactoria y sostenible en el tiempo.

Sin embargo, esta problemática, es resuelta por un número menor de MiPyMEs, de manera individual, competitiva y aislada. Lo que nos afirma dos hechos, que el problema tiene una solución y que dicha solución está reservada a un “grupo selecto” de empresas, el cual se divide entre el que puede recibir un asesoramiento externo para la mejora, del que no.

Este escenario, en donde plantemos la importancia de la MiPyME, la carencia de la misma (en términos generales) y la existencia de una respuesta a su limitado desarrollo competitivo; me hace pensar en nuevas formas de acciones (en términos de Winner, de una flexibilización), y en los resultados que se podrían lograr con las mismas. En la Argentina (y en la región) de hoy, es necesario un trabajo conjunto, un aprendizaje cooperativo, fundado en el ámbito universitario hacia el ámbito empresarial, lo cual permita mejorar los niveles competitivos y, como consecuencia, la situación socio-económica de nuestro país y de la región. Entendiendo, en primera medida, que “el negocio es cooperación cuando se trata de crear una torta, y competencia cuando ésta se va a repartir.” (Nalebuff & Brandenburger, 1997, pág. 4); o sea, no se dejará de competir, sino que dicho comportamiento se formula impartir en un universo de mayor amplitud, donde el mercado se conforme del mañana y exceda nuestra capacidad de visualización.

La cooperación, con el objeto del desarrollo y fortalecimiento competitivo, debe ir de la mano de una estructura y, el propuesto para este trabajo, es el presentado por el estándar internacional ISO 9001, desarrollado por la International Organization for Standardization (ISO), hoy presente en más de 160 países, desde economías como la de Estados Unidos y hasta la de Mauritania.

Con lo cual, el nuevo artefacto que presentamos es el de los “Sistemas de Gestión de la Calidad Cooperativos”, el cual debe desarrollarse desde el ámbito universitario para trasladarse al ámbito profesional (y personal), a través, de la pedagogía propuesta por el aprendizaje cooperativo.

El hecho de la implementación de Sistemas de Gestión de la Calidad (SGC) para la mejora de los procesos de nuestras MiPyMEs; lo cual permite, según lo entiende W. Edwards Deming, que esta mejora de la calidad, mejore la productividad de la empresa, incrementando su participación en el mercado y, como consecuencia, generando más y más trabajo (Deming, 1989, pág. 3); es desarrollada de manera aislada por cada empresa, las cuales, cuentan con una problemática común que podría ser resulta de manera conjunta, cooperando y construyendo un bien común para la Sociedad.

Ante este contexto, en primera instancia, se me presentan las dos primeras inquietudes. Por un lado, la respuesta a por qué las MiPyMEs no desean trabajar de manera conjunta en búsqueda de compartir buenas prácticas y lograr un incremento de productividad, para un mercado que no se limita en lo local o regional. La segunda inquietud, a la cual omitiré mi primera respuesta, es por qué los asesores en tecnología de gestión no proponen el trabajo conjunto, como alternativa, y desarrollan sus servicios de manera aislada entre distintas empresas, siendo que las mejoras propuestas se fundan de un marco teórico en tecnología de gestión y en buenas prácticas aprendidas en su transitar por las diversas organizaciones asistidas. Y a esta dos, por qué no agregarle una tercera, fundada en el pasivo actuar, del sector público, el cual se ve cómodo en las respuestas de la economía, en su juego de oferta y demanda, en donde gana el que gana y pierde el que pierde, guardado en una miopía que no le permite ver el impacto en la Sociedad.

Sin lugar a dudas, el artefacto del desarrollo de SGC individuales es el que se ha instaurado en el círculo de asesores y otros actores sociales, los cuales se ven beneficiados por el mismo, dado que la metodología cooperativa reduce en un cincuenta porciento el costo de implementación de esta tecnología de gestión para las MiPyMEs, lo cual, su mejora en calidad, como hemos referido a Deming, ocasionaría más y más trabajo.

Ante esta situación de flexibilización de este artefacto (lo grupal y cooperativo, sobre lo individual y competitivo), se presenta la barrera de la innovación, lo cual es relativa y se limita a nuestro entorno, dado que la cooperación en la mejora es una de las acciones que ha hecho al desarrollo competitivo de algunas de las regiones de Europa e, incluso, en el informe de la CEPAL “Cómo mejorar la competitividad de las Pymes en la unión europea y América latina y el Caribe” se propone como uno de los cuatro puntos prioritarios “la articulación productiva y la cooperación empresarial” (CEPAL, 2013, pág. 6).

Este escenario, en donde el artefacto se presenta en un formato de desarrollo individual y no grupal, se visualizan algunas formas de poder, las cuales se fundan en los intereses competitivos de, principalmente, tres partes interesadas: las empresas con capacidad económica y financiera, los asesores que comparten los mismos intereses, y el sector público, el cual se ve atraído por el orden impuesto por el mercado. Sin lugar a dudas, estos intereses individuales, colaboran en el statu quo del desarrollo competitivo de nuestras MiPyMEs y, como consecuencia directa, en el desarrollo productivo y mejoras en el impulso socio-económico de nuestro país.

En este contexto, este fenómeno político, apoyado en la desmedida necesidad de la competencia y éxito fundado en el deterioro del competidor, terminan socavando la productividad de un país y empoderando a sectores selectos de empresas que terminan aportando al incremento de una desigualdad social, logrando, de manera intensional, “el deseo de obtener dominio sobre los demás” (Winner, 1985); sobre una pequeña porción del mercado, siendo posible, con el incremento producto interno a través de la cooperación, aumentar el tamaño del mismo.

A su vez, al teatro ya desarrollado, se le presenta lo que Winner describe como la necesidad de que se “cumplan las condiciones sociales y materiales adecuadas para el mismo” (Winner, 1985), dado que además del método de desarrollo de los SGC de forma individual y no conjunta, se encuentran limitado a que los mismos sean desarrollados por profesionales titulados con determinadas competencias, lo cual es una construcción asociada al artefacto y que solo puede ser sostenida rigurosamente por el mismo grupo selecto de profesionales y asociaciones afines al mismo; lo que da respuesta a la pregunta “¿Se deriva este estado de cosas a una respuesta […] [de] cualquier otra institución social o cultural con el propósito de realizar sus propios intereses?” (Winner, 1985). Condición que concuerda con un interés jerárquico y centralizado, impactando sistemáticamente en la democratización de esta herramienta de tecnología en gestión.

En conclusión, el artefacto “SGC Individual y Competitivo”, se mantiene como una construcción afín a un sector social de interés, compuesto por un grupo selecto de organizaciones que desean mantener el statu quo del mercado y de un interés cortoplacista de jugadores análogos a sus propios intereses, en perjuicio del desarrollo socio-económico de un país, el cual se vería apoyado significativamente por el desarrollo y fortalecimiento competitivo de sus MiPyMEs.

Asociada a esta conclusión, podríamos aportar, desde el ámbito universitario a través de pedagogías de enseñanza-aprendizaje cooperativas, en donde “los individuos procuran obtener resultados que sean beneficiosos para ellos mismos y para todos los demás miembros del grupo” (Johnson, Johnson, & & Holubec, 1999, pág. 5); lo cuales se traslade desde el aula hacia la empresa, por los estudiantes y sus docentes; situación que quizás demande el estudio de un nuevo artefacto, asociado a un aprendizaje individual y competitivo… Pero esa, es otra historia.

 

Del ¿por qué? De lo Competitivo sobre lo Cooperativo…

 

Julián Candermo